Janio Lora: El merengue, mi patrimonio favorito
¡Celebremos el merengue! Recientemente la música y el baile del merengue en la República Dominicana se inscribieron en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.
Para celebrarlo invitamos al músico Janio Lora a que compartiera con nosotros algunos de sus merengues favoritos. A continuación les presentamos su maravillosa respuesta, que más allá de una simple lista de canciones resulta más bien ser un Merengue 101, una introducción detallada y personal a esta música alegre.
Mi patrimonio favorito
Janio Lora
“El merengue es la fuente de la eterna juventud”, dice el periodista Huchi Lora, apoyado en el hecho de que la mayoría de los grandes merengueros llegan hasta muy avanzada edad tocando, bailando y creando, por ejemplo, Yan De La Rosa falleció a los más de 90 años, Ñico Lora a los 113, Antonio Collado superó los 100 años, Bernardino Guzmán los 115. Entre los que se mantienen activos, como Johnny Ventura, Joseíto Mateo, Vinicio Franco, Frank Cruz, el más joven es Ventura, con 76.
“El secreto es que el merengue solo tiene alegría”; ya sabemos que gracias al acordeón, nuestro ritmo se construyó sobre la base de tonos mayores, que nos obligan a cantar con alegría hasta letras de historias trágicas, como “Se Me Muere el Niño”, “Se Murió Martín”, entre otros. Por eso, cuando vi a República Dominicana como el “país más feliz de América Latina”, según el Informe Latinobarómetro 2004-2015, más allá de estar o no de acuerdo, quise pensar que en gran medida, esa percepción se debía al merengue.
Ahora que ha sido declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tras considerar que el merengue dominicano desempeña un papel activo en numerosos ámbitos de la vida diaria de la población, siendo partícipe de “la educación, las reuniones sociales y amistosas, los acontecimientos festivos e incluso las campañas políticas”, según el Comité Intergubernamental, quiero celebrar junto a Zambombazo, hablándoles sobre algunos de los merengues que más me emocionan.
Debajo de cada título, agrego un comentario que cuenta lo que creo que llamó mi atención la primera vez que lo escuché. Recuerden siempre que hablo como fan, desde cómo los viví, no desde el punto de vista de un experto musicólogo.
Por supuesto, dejaré fuera muchos de mis favoritos. Esta lista dista mucho de ser un “top 10”. Más bien quise elaborar un conjunto de merengues que me permitiera abrir una conversación partiendo de la idea de que ningún buen merengue es mejor que otro: cada merengue es un mundo.
Compadre Pedro Juan (Luis Alberti)
No existe corazón made in República Dominicana que resista a la introducción. Es bello, melodioso y contagioso. El gran Luis Alberti lo estrenó en el 1936 y tiene un curioso dato: es el merengue más difundido a nivel nacional e internacional, ícono absoluto del ritmo, que aunque todo el mundo lo canta y lo baila en cada fiesta tradicional dominicana, nadie ha alterado sus letras ni su melodía. En un artículo publicado por el periódico El Nacional en noviembre del 2013, la consultora folklórica Xiomarita Pérez expresa que “esta pieza musical se caracteriza por tener las tres partes fundamentales del verdadero merengue: paseo (que no se baila), merengue propiamente dicho y el jaleo”. Cuenta que en 70 versiones que tenía en su poder hasta esa fecha, en la mayoría se mantenía intacta la estructura.
Me llama la atención el vocabulario al momento de construir los versos, sobre todo cuando dice
aquella niña de
los ojos negros
que tiene el
cuerpo flexible,
báilela en la empalizá.
Eso de cortar los versos con la melodía, y el uso de la palabra “flexible” en un ambiente tan tradicional, me lleva a pensar que probablemente, el maestro Alberti hizo la música primero, elaborando minuciosamente esos característicos saxofones, ese matrimonio perfecto de la base, dejando que la voz pase bailando entre la orquesta. Normalmente, cuando el merengue “se escribe solo”, es decir, cuando el compositor se deja llevar como si fuera la pareja de baile de la música (que es mujer), y ésta tiene el paso dominante, se vuelve irresistible a la tambora de los muslos o la percusión de los pies.
Si alguien no sabe qué es el merengue, “Compadre Pedro Juan” se lo explica. Solo tiene que ir al coro y tendrá tarea para divertirse estudiando a qué se refiere el cantante con “apambichao, de medio lao, acotejao, medio jincao”, y muchos otros términos.
En la voz de Francis Santana, es gloria pura.
Cabo ‘e Vela (Viejo Yen, según Ismael Hernández Guerrero)
Cuando arranca este poderoso merengue, al dominicano se le pone la piel más negra. Explota desde la introducción y nos lleva a una especie de nirvana que mantiene una elegancia muy particular que viaja a través de su melodía, de sus sabrosísimas partes instrumentales, demostrando que nuestro ritmo donde más se siente es en el paladar. Johnny Ventura es sin duda el Rey del Merengue, podríamos llenar esta lista con su obra, pero elegí “Cabo ‘e Vela”, por la rica combinación de trompeta y saxofón, las atrevidas notas del bajo mientras los metales hacen una fiesta y derrochan virtuosismo en los instrumentales y ni hablar de la línea (de bajo) en los coros.
En el blog de Ismael Hernández Guerrero, podemos leer que este merengue cuenta una historia que se dio en el municipio de Galván, al que le llamaban “El Cambronal”, por la abundancia de árboles de Cambrón. “Cabo ‘e Vela” era un buey que envejeció haciendo trabajos forzados y cuando ya no podía más, lo mataron y repartieron la carne entre los pobladores. En una fiesta, un reconocido músico de Galván conocido como Viejo Yen, improvisó lo que todavía hoy Johnny nos regala como una de sus mejores interpretaciones. Todavía hoy la orquesta de Johnny la toca cada vez mejor, con más destreza incluso que la original. Una versión de su producción Ayer y Hoy es para escucharse repitiéndola todo el día.
De Johnny hay tanto merengue en su máximo nivel… sin embargo, me amarro los dedos por un momento y me rindo ante el misterio de Cabo ‘e Vela.
“Los dominicanos celebramos nuestras penas y lloramos nuestras alegrías; somos capaces de comernos un buey sin saber de qué murió”, dijo Johnny en el Teatro Heredia, en Santiago de Cuba.
La Muerte de Don Marcos (Cuco Valoy)
Este delicioso pambiche es una muestra más de que Cuco Valoy es de nuestros más talentosos artistas. El Cuco no se conformaba con hacer buena música. Tenía que ser vanguardista, transgresor, experimental. Por eso, en La Muerte de Don Marcos, se detiene para dar especial matiz a la parte de la historia que lo requiere, actúa, cambia de personaje, habla para los demás personajes de la historia, se contesta, hace una procesión, confía y desconfía, deja que la música alcance el clímax, la detiene, vuelve a empezar, aparece un sacerdote que da un discurso… todo eso ¡en el mismo merengue!
Pícaro como siempre, su fraseo, su manera de construir el verso, es musical en sí mismo:
Con un ataque de nervios,
Marcos Matías cayó,
y agobiado por la vida,
Marcos Matías murió;
Marcos Matías tenía
una cadena de deudas
que le convirtió la vida
en una amarga condena
En los primeros cinco versos, menciona cuatro veces al protagonista de su historia, pero en ningún momento se oye repetitivo. Entonces, pasa de ser el narrador, a ser varios de los testigos del velorio:
– ¿Y si es un truco?
– Jum, cuidao con fraude
– …que se hace el muerto
– Jum, pa’ no pagarme
Domina la idea que quiere desarrollar, domina el vocabulario, domina la música, a tal punto, que divide la “audiencia” del velorio, entonces se genera la discusión y disfrutamos toda la historia sin perder una onza de fluidez. Para colmo, plantea la muerte como un alivio, cuando dice “se murió Don Marcos Matías, se acabaron sus tormentos (…) cantémosle, no le lloremos, para que vaya contento”.
Pueden encontrar en Youtube una presentación en vivo de este tema en Amsterdam, en la que vemos a un Cuco Valoy brillante y enérgico, junto al maestro Henry García, una de las voces más importantes de nuestro ritmo nacional.
Me Van a Casar (Pochy Familia)
Una exhibición del carácter lúdico, efervescente, creativo de Pochy Familia. No imagino cómo se le explica la introducción (¿que hace el rol del paseo tradicional?) a un percusionista que la toca por primera vez en una sala de ensayo. La Coco Band es una página muy especial del merengue. Pasada la época dorada de los ’80, aparecen estos muchachos con la jerga del barrio, los problemas del barrio, el sentido del humor más callejero de la época, con coros afinadísimos, atrevidos, locos, entre un montón de cortes y arreglos de metales de los que todo el mundo recuerda cada detalle. Tienen merengues cantados por completo a coro, engolan las voces, las ponen agudas, las fingen, crean la primera legión de seguidores (“Los Cocotuses”), en fin, no se quedaron precisamente lamentando que la década de oro había terminado. Hace tiempo vi una entrevista en la que Pochy contó que ellos se juntaban a armar las canciones en su casa y antes que los instrumentos, llegaban las cervezas. Comenzaban a tirar ideas en medio de risas, relajos internos, y eso me encantó, porque daba la sensación de que el merengue no se componía, sino que ocurría.
Escogí “Me Van a Casar” porque me parece un ejemplo perfecto de hasta dónde podía llegar la fuerza creativa de este grupo de tígueres. La introducción es para enmarcar, que después de tratar de despistar al oído, con la tambora entrando solo cuando es necesario, termina con una cromática que da entrada a un extraño ritmo con las congas, mientras el bajo sigue tocando merengue, apoyando y siendo melódico a la vez. La voz de Pochy retrata la (aunque parezca contradictorio) la ingenuidad del tigueraje de principio de los ’90. Pero entonces, entra un coro increíble, que responde, que interactúa con él, que se divierte, que potencia el tono humorístico. Luego, como siempre, la inagotable cantidad de melodías: uno nunca sabe cómo va a empezar un merengue de la Coco Band, pero mucho menos sabe cómo va a terminar, ni siquiera podemos intuir de qué va a estar hablando sobre el final.
En casi todos los casos, la Coco Band cambia de tema de conversación y hasta de melodía en medio del mismo merengue. En “Me Van a Casar” aparece una ranchera “merengueada” de repente, haciendo un solo personaje entre todos los coristas. Se hace evidente la influencia del maestro Henry García. Su aporte a la música de la Coco fue decisivo, los llevó un escalón más arriba, expandió las posibilidades. Y entonces, los solos intensos, elocuentes, la güira formando parte de los momentos más brillantes, cambios melódicos… de repente, ya no hablamos de que me quieren casar obligado, sino de que queremos que el mundo siga con Coco.
Quisiera poner todos los merengues de esta genial orquesta, pero me prometí controlarme. Por eso, estoy en absoluto desacuerdo con la idea de que la Coco es el origen del “mambo violento” o el mal llamado “merengue de calle”. No tienen nada que ver. Si los “merengueros urbanos” tocaran, desarrollaran ideas, arreglaran como la Coco Band, otro gallo cantaría.
Pensándolo Bien (Yaqui Núñez y Rafael Solano)
Uno de los músicos más cultos y talentosos de nuestra historia se junta con uno de los comunicadores más importantes de nuestra historia con la misión de fabricar un merengue. El resultado es éste, un merengue de altísimo nivel poético y musical. De todos los intérpretes que he oído cantándolo, el que más me gusta, por mucho, es el mismo Solano. Porque es que para él todo es un instrumento musical que domina perfectamente y su voz entra así, dejando pasar y poniéndose al frente cuando quiere y como quiere, susurrando una letra que parece bailar con él, que empieza discutiendo una idea previa al inicio del merengue:
Pensándolo bien,
tu cumpleaños no es cada año,
tu fecha de nacimiento es la madrugada,
por eso te felicito y me felicito cada mañana.
Un merengue encantador, cortés, pícaro, culto, suave, como su compositor. En un momento la flauta, en otro los metales, con el bajo rebotando por las paredes de un pambiche precioso, como todo lo que hace el maestro Solano. La sensualidad que plantea Yaqui en la letra no podría ser mejor llevada, es un merengue tan bueno para bailar como para escuchar, con el piano dando los acordes y notas locas típicas de su ejecutor. Dejando que los metales desarrollen su fuerza sobre la parte instrumental.
Pensándolo bien,
no nos encontramos demasiado tarde
cuando nos miramos en aquella tarde;
sucede que a veces la vida comienza
cuando la experiencia encuentra al amor.
Por supuesto, el manejo de las palabras de Yaqui aporta mucha sonoridad y cadencia. Inyecta mucha belleza.
El Jardinero (Wilfrido Vargas)
Con Wilfrido Vargas llegó otra vaina a la música dominicana, un sonido nuevo, con influencias diferentes, historias distintas. Wilfrido fue un balde de agua fresca que llamó la atención de distintas generaciones, con arreglos modernos. “El Jardinero” fue una de las sorpresas más agradables que nos brindó Wilfrido. Con el teclado eléctrico inicial dando paso a un ligero riff de guitarra eléctrica, el bajo moviéndose como una cumbia merengueada al principio, un cantante rarísimo que alcanza una nota más alta en cada compás, en medio de sonidos wah sintetizados, hasta que aparece un verdadero susto nunca visto hasta ese momento en el merengue: ¡Eddy Herrera se dispara con un rap!
Recuerdo que cuando empezó Eddy a rapear, nos quedamos boquiabiertos en la casa, mis tíos se reían nerviosos, nadie sabía lo que estaba pasando y el merengue se prende en fuego y mientras el coro perfecto, afinado (como siempre en toda la carrera de Wilfrido) canta algo que hasta el sol de hoy no entendemos, Herrera continúa rapeando en inglés (o algo muy parecido al inglés) y ya ahí recuerdo que nuestros cerebros explotaron como popcorn. De hecho, ahí supimos que ese grandulón blanco se llamaba Eddy Herrera, que hasta el sol de hoy anuncia su presencia con el “¡hey-hey!” de El Jardinero. Dos cantantes que se volvieron legendarios en una misma grabación.
Todavía quedaba la última cola de la “rivalidad” Ventura-Vargas. Yo era de los fans de Johnny, pero cuando escuchamos este merengue, nos sentimos goleados, “Wilfrido lo hizo otra vez…”
Dentro de ese clima moderno y retador, la base no deja de tener el sazón perfecto del merengue.
Marola (Luis Días, Sergio Vargas)
Para mí, cuando El Terror hizo merengue, fue el mejor merenguero. Cuando hizo bachata, fue el mejor bachatero. Se hace difícil escoger uno solo de sus merengues, intenté escribir sobre alguno no tan conocido, pero se me hizo imposible dejar a “Marola” fuera. Por supuesto, una de las letras dominicanas más hermosas, un ciclo armónico como siempre, terrorífico, una historia campesina, con personajes ingenuos, puros, que transmiten ideas profundas: especialidad de Luis Días.
Sergio Vargas tuvo la suerte de recibir esta composición que ayudó a catapultar su carrera. La he oído cantada por los dos y los dos me encantan. En el merengue de Sergio, la guitarra y acordeón del principio bajo la joven voz de Sergio, cuando éste era un flaquito tímido recién salido de Villa Altagracia, llevan con belleza a lo largo de la pieza esas letras.
No te va a falta’ conuco,
ni flores por la mañana,
ahora con la luna llena
vámonos pa’ la ensenada.Del colchón de tu dormir,
yo quisiera ser la lana,
pero uno no se pue’ di
con to’a la se’ a la tinaja.
Fuimos dominicanos así, como nos cuenta Luis, en algún momento y lugar.
La Porquería (Luis Días)
No pude dejar solo una de Luis. Muchos esperarían que colocara en este espacio a “Liborio” o “Ay Ombe”, pero esos excelentes merengues ya ustedes los conocen bien. Prefiero escribirles sobre uno que solo conocemos los groupies del Terror: La Porquería.
El espíritu rebelde de Luis hace acto de presencia desde que empieza este merengue, con una progresión bastante peculiar, sobre los hombros del maestro del bajo Héctor Santana, que emerge con un áspero slap entre los versos. Y no solo la música es muy distinta al resto de todos los merengues; la letra, aunque toca un tema cotidiano, ¡es rarísima!
Yo vuelvo a mi casa
sin picotear nada,
yo vuelvo a mi casa
y no se ‘tá guisando nada
y el sol de la doce
etralla lo cuero en la epalda,
entro a mi aposento,
me acerco a mi cama,
y veo un cabo ‘e vela
y un rabo ‘e lagarto en mi almohada,
y hueso ‘e culebra,
y un polvito blanco en mi cama,
y me jiede a romo
y me jiede a santo
y me jiede a muerto
y me jiede a luan
Luego, se pregunta por su morena, le pide explicaciones, entonces se interrumpe a sí mismo para hablar del precio del dólar, en medio de una música que no sabes cómo será al doblar el próximo compás. Cabalga sobre un extrañísimo puente que lo lleva al “mambo”. Se escucha una batería entre los metales y luego volvemos a hablar del dólar. Genial para bailadores expertos, no entiendo por qué nadie ha vuelto a grabar este merengazo. Mientras se dirige hacia el final, podemos escuchar un corte de batería larguísimo sobre una orquesta a toda velocidad. Una explosión creativa sin precedentes y sin continuidad, ¡único!
El Farolito (Juan Luis Guerra)
En la capital no se hablaba de merengue típico desde hacía mucho tiempo, hasta que salió el álbum Fogaraté. Juan Luis Guerra ya tenía varios años siendo de los artistas más importantes de Latinoamérica y uno de los brillantes escritores de canciones en castellano. No pasaban más de dos años sin un disco nuevo suyo, era una época de creatividad permanente. Pero nadie esperaba que después de Areíto, Juan Luis definitivamente se volviera loco, en el mejor de los sentidos. Como es un músico culto, clase media-alta, aunque bailábamos sus impresionantes merengues, nunca lo habíamos sentido sudar, no lo habíamos visto encendido en llamas. Y de repente, “La Cosquillita”, que siendo un merengue típico, rompió esquemas del momento. Pero detrás de las cosquillas, se escondía una pieza caliente, misteriosa, con cuerdas de metal, eléctricas; como siempre, el bajo de Héctor Santana intimidante, intenso, con personalidad, empujando una orquesta que tenía el cuchillo en la boca, sedienta. El acordeón desbordante, “matando el beat”, que de repente, reggeaba, volvía a África, venía a Dominicana, una percusión que sale por todos lados, un teclado oscuro que va elevando esa extraña fiesta.
Veo un farolito
en tu cintura
veo un farolito,
ombligo ‘e luna,
veo un farolito
en las estrellas,
veo un farolito,
trágame tierra.
“El Farolito” es un merengue más extraño de lo que parece. Entonces, viene un instrumental que le pega fuego al país por todas sus esquinas y termina con una explosión, literalmente. Juan Luis se volvió loco.
La Dueña del Swing (Los Hermanos Rosario)
Cuando Juan Luis Guerra dijo que “Los Hermanos Rosario son los Rolling Stones del merengue”, quizás no sabía que éstos son quizás los únicos merengueros que han convertido una canción rock exitosa en un merengue exitoso, con la versión de “Mil Horas”, escrita por Andrés Calamaro para Los Abuelos de la Nada. Los Rosario son una orquesta arrolladora, impresionante, con un sonido muy particular y una manera de cantar, de tocar el bajo, que los distingue.
“La Dueña del Swing” es una pieza compuesta por Rafa y su mánager, René Solís, tan potente, que cuando se convierte en trabajo audiovisual, su fuerza queda intacta y hasta toma profundidad. El slide del bajo, ese piano tan característico, le abren la puerta a un orquestón, es como un ejército de alegría en plena invasión. Los Hermanos Rosario, con este merengue, confirmaron que son los dueños absolutos del swing. Jaleo, cadencia, esa línea de bajo que al principio muchos criticaban hasta darse cuenta de que se había convertido en marca de la casa, en estilo propio.
Es casi imposible quedarse sentado cuando suena, pero les invito a que traten de lograrlo algún día y escuchen atentamente cada sonido, cada detalle, les aseguro que se asombrarán. ¡Power!
La Carimba (Johnny Ventura)
Cuando era pequeño, le contaba a mi mamá que la música de Johnny Ventura era diferente, porque a menudo me transmitía nuestro lado más africano, que entre su alegría se escondían heridas de la esclavitud. Y en el álbum 35 Aniversario, aparece uno de sus merengues más creativos e importantes, pero que nunca fue un hit. Canta junto a nada menos que Celia Cruz precisamente sobre esclavos que se rehusaban a ser marcados con la dolorosa, indignante, inhumana carimba, un hierro caliente con el logo o las iniciales del colonizador “dueño” de cada esclavo. Mezcla ritmos africanos con merengue y los dos cantantes hacen una interpretación emocionada y emocionante, con esa especie de cabalgata de la güira y tambora, típica del Caballo Mayor.
La letra menciona nombres de esclavos que nos redirigen a estudiar un poco. Escuchar a una reina como Celia cantar merengue, es una dicha.
Dice el negro Lemba
que esta es su verdad,
que él sí que no esconde la bemba
por su libertadSi yo soy mandinga
o si soy cazanga,
llevo la carimba
debajo ‘e la mangaA Luis Aguaimate y Ana Bolumbí,
da lo mismo un negrito zape
que un carabolí,
Domingo Batomba no mira hacia atrás,
porque la carimba, caramba,
¡no la aguanta más!
Es difícil no emocionarse escuchando este merengazo. Debe estar entre las mejores interpretaciones vocales de estos dos gigantes de la música. Termina con ambientes, sonidos incidentales y ritmos de la época a la que le cantan. La letra fue escrita por Huchi Lora, como todas las de ese album, además de que aportó melodías con un piano que había comprado sin haber nunca tocado ningún instrumento que no fuera la maraca. Johnny al ver la letra, se le hizo fácil componer la música. “Desde que uno la lee en voz alta, los versos te van sugiriendo una melodía”, dijo el maestro Ventura para entonces.
Vale La Pena (Juan Luis Guerra)
Tampoco resistí la tentación de hablar de este merengue. Otra locura de Juan Luis, con una línea de bajo abusiva, como todo lo que hace Papito Santana. Aquellos que tengan dificultad para distinguir el bajo, pueden darse cuenta en este video, de a qué me refiero.
No conozco a Guerra personalmente, nunca he conversado con él, pero estoy seguro de que le encanta el rap. No desperdicia una oportunidad, para utilizarlo como una herramienta divertida y poderosa para darle flow y fuerza a sus versos más largos.
Dime si la luna se ha perdido
entre tus ojos de palmera,
dime si tus besos van rodando
en el cuadrado de mi esfera,
despierta la noche,
se acuesta la tarde
-respiro-
Dime lo que piensas tú de mí.
Entonces una de las piezas más divertidas del rompecabezas, entra en el coro, con el bajo a toda magia, un lindo falsete, un coro da una respuesta larga, que se pierde entre las letras, a él le encanta ese truco:
Que vale la pena
(que vale la pena)
si un amor se entrega
(que vale la pena el sacrificio, eso sí es verdad, tú ve)
En el rap final, el teclado de Janina, te deja en caída libre sobre un solo de trompeta. Es un merengue ideal para escuchar, bailarlo, como la mayoría de los merengues de Juan Luis, es difícil. Pero el merengue es tan rico, que escucharlo a veces es hasta más sabroso que bailarlo.