Fabian Villegas: Descolonización, más allá de la estética
Entrevista a Fabian Villegas, escritor, educador popular y artista de spoken word, sobre la descolonización y sus conexiones pedagógicas, comunitarias, epistemológicas, lingüísticas e identitarias.
Entrevista a Fabian Villegas
El Proyecto Algarabía promueve una pedagogía crítica desde la perspectiva decolonial. ¿Cuál es una manera pragmática de descolonizar, especialmente en el aula?
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Esa es una pregunta muy compleja que más de una vez nos hemos hecho previo a desarrollar un proyecto así como después de haber ejecutado un proyecto, a modo de reflexión y evaluación final.
Teniendo en cuenta que no necesariamente las expectativas como organización, proyecto o colectivo son las expectativas conquistas sociales/políticas, los deseos o las necesidades de una comunidad.
Desde alrededor de 6 o 7 años a la fecha, el concepto de descolonización ha acaparado muchos de los debates públicos en el espacio cultural y académico. Por ejemplo, en Latinoamérica ha sido recientemente un concepto y una línea de pensamiento totalmente anquilosada al espacio académico y a la producción de conocimiento desde la academia; fuera de ahí no existe. En el ámbito de Estados Unidos y Europa ha tenido mucho impacto en la cultura popular, en las narrativas revolucionarias, multiculturalistas y emancipatorias del liberalismo político middle class. Como se expresó en el ensayo “Decolonization is not a metaphor” el concepto de descolonización se ha reducido casi como un adjetivo, como un valor agregado, como un concepto que puede sumarse a cualquier práctica cultural: yoga decolonial, descoloniza tu dieta, sexualidad decolonial, sanación decolonial, etc.
Tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos y Europa el concepto ha sufrido un proceso de despolitización, descontextualización, al ya no anclarse a la transformación material de ninguna realidad histórica, a la participación en ninguna coyuntura y realidad política. Por eso creo que cada vez hay que ser más exigentes con el concepto.
Como educador popular, gestor y escritor entiendo el valor del concepto desde un sentido estético, desde la re significación de procesos identitarios, sistemas simbólicos de representación, desde la disputa de imaginarios. Creo profundamente en el valor que tiene el concepto desde la disputa de imaginarios, desde un horizonte estético. Pero entiendo también que el valor del concepto no puede reducirse a eso, digamos que eso oxigena un campo de lucha más no es toda la lucha.
De ahí que si piense en un salón de clases la descolonización, la pienso en tres ejes.
La ampliación de narrativas
De primera mano tiene que tener un rol pedagógico en la ampliación de narrativas, en las disputas de imaginario, en la creación de nuevos lenguajes, en la diversificación y descentralización de saberes, oralidades, referentes, etc.
Por ejemplo, para abordar el tema de racismo en República Dominicana con jóvenes a partir de narrativas de Haití, Angola, Guatemala, Brasil, desde un formato simple y que conecte. O conectándolo con el tema del alistamiento del cabello desde la experiencia y las narrativas de escritoras nigerianas de la diáspora o teatro de afro peruanas, historia oral de México, Bolivia, Argelia.
Crear dinámicas horizontales y desjerarquizadas
Segundo eje, crear dinámicas horizontales y desjerarquizadas entre educador, facilitadores, participantes en la transmisión de saber y en el intercambio de diálogo y experiencias, donde prime el fortalecimiento de lazos comunitarios y la socialización de afecto. Colectivizar deseos, necesidades, conquistas y responsabilidades.
Identificar la relación entre el aula y la comunidad
Tercer eje, identificar la relación entre el aula y la comunidad, lograr que el trabajo en el aula tenga impacto comunitario, logre traducirse en iniciativas de autogestión, organización política, social que incidan en el desarrollo y empoderamiento comunitario.
Por ejemplo, si hay un problema de abastecimiento de agua en la comunidad, que las reflexiones en el aula sirvan para crear iniciativas de organización social, política, comunitaria que den salida a ese problema, desde ir a la municipalidad y plantear el problema, crear bancos de agua, hasta mecanismos de asesoría legal y protección jurídica ya sea para demandar algo a la municipalidad, como evitar persecuciones o estrategias de represión y silenciamiento. Por ejemplo, en el ámbito de producción cultural, que es algo que hemos hecho mucho, producir libros que maneje la comunidad, que permitan capitalizar y autogestionar futuros proyectos y que logren descentralizar los espacios de producción de conocimiento y los ciclos coloniales de invisibilidad y exclusión.
Es decir, el aula no puede estar al margen de la realidad social ni de la organización comunitaria; debe ser un todo orgánico, de absoluto acompañamiento.
Las estrategias descolonizadoras pueden ser muchas, tal como la descolonización es transversal, sus estrategias y soluciones de trabajo deben ser transversales, interseccionales.
Proyecto Algarabía: Mano de León, Guatemala
Si diseñara un curso alineado a los objetivos del Proyecto Algarabía, ¿qué textos (tanto literarios como audiovisuales) incluiría?
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Proyecto Algarabía como lo mencioné justamente crea talleres, seminarios, sistematiza modelos de formación política, escuela libre, etc. En ese sentido hemos recurrido a muchísimos recursos narrativos y visuales que nos han ayudado muchísimo para fortalecer diálogos, intercambio de experiencias y ampliación de narrativas.
Así que si pensara en un seminario utilizaría/recomendaría quizá a Luis de Lion, Piri Thomas, Kamau Brathwaite, James Baldwin, Silvia Rivera Cusicanqui, Bell Hooks, Boaventura de Sousa Santos, Sueli Carneiro, Cidinha da Silva, Buchi Emecheta, José Luis González, Kamala Kampadou, Junot Díaz, Ngugi Wa Thiong’o, Ramón Grosfoguel, Tariq Ramadán, Guzmán Bockler, Eduardo Galeano, Gloria Anzaldua, Gustavo Esteva, Jacquie Alexander, Cherrie Moraga, Linton Kwesi Johnson, definitivamente mi más reciente libro En Blanco y Prieto, itinerario geopolítico de la decolonialidad y muchísimas cosas de historia oral.
Sobre material visual hemos trabajado con muchísimas cosas. Toda ha estado en función de la población con la que hemos trabajado. Desde Abuela grillo para ampliar y repensar con niñas y niños mayas el concepto de privatización hasta la película Sugar para hablar de diáspora y migración con jóvenes en un barrio de República Dominicana o Raising Víctor Vargas para hablar sobre identidad, colonialismo y masculinidad con jóvenes de Loiza, Puerto Rico, hasta Fruitvale Station para hablar de racismo institucional y abuso policial o Paradise Love para ampliar la narrativa sobre colonialidad y relaciones raciales.
Hay muchísimas referencias, muchísimas películas, documentales y demás. Lo importante es identificar que no necesariamente las que a mí en lo particular más me han gustado son las más útiles para comunicar o las más accesibles para crear un diálogo o problematizar un tema. Hay que siempre encontrar un lenguaje y una estética que sean accesibles que no sean ajenas al imaginario de la comunidad y que permitan socializar espacios de sensibilidad y desaprendizaje.
Spoken Word: Fabian Villegas – Cimarrón itinerante
Soy donde pienso
Su perfil incluye esta frase muy interesante: “El lenguaje está vinculado dinámicamente a nuestra realidad social”. ¿Cuál es un ejemplo de este vínculo?
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Con eso nos referimos más a una perspectiva epistemológica y pedagógica. Es decir, en el sentido epistemológico que el conocimiento/saber/lenguaje están situados, tienen ubicación, sus lugares de enunciación están íntimamente articulados a nuestra condición corpopolítica, geopolítica, a nuestra colectividad histórica. No podemos seguir reproduciendo el paradigma colonial que plantea al conocimiento como algo contingente, que sale de la nada, que no guarda ninguna relación íntima con nuestra condición corpopolítica, situación geopolítica, con los lugares de nuestra historicidad.
O con el planteamiento de que la realidad es performativa en medida de que el lenguaje es performativo, es decir que la realidad se puede transformar, construir y deconstruir como se deconstruye un texto a partir del lenguaje. Alguna vez platicando con una compañera brasileña repensábamos esas lógicas “liberales” de la performatividad y ella me decía “los límites de mi performatividad como mujer, negra y de la periferia terminan cuando existen marcadores de raza, clase, género y estructura que el sistema y sus instituciones no obvian y que no nos permiten alcanzar a deconstruir cada que pedimos un empleo, o tenemos que pedir una visa de turista, etc.”. Bien decía un filósofo “Soy donde pienso”, es el cuerpo periferizado, subalterno el espacio concreto de donde sale y hacia donde se ejecuta y se ensaya una idea o teoría.
En el sentido pedagógico como gestores culturales, educadores populares es necesario facultar, estimular nuevas narrativas, lenguajes, horizontes, referentes desde donde sea digno imaginar, desde donde la imaginación guarde una relación orgánica con nuestra experiencia de vida, desde donde la imaginación oxigene nuestras formas de vida y construya otras formas de vida.
R.E.A.L.I.D.A.D. – Carnaval (Spoken por Fabian Villegas)
“Carnaval”, la maravillosa pieza de spoken word que abre el disco Resurgir/Combates necesarios de R.E.A.L.I.D.A.D, tiene muchos versos que nos han llamado la atención. Por ejemplo, un verso dice: “el nacionalismo se ejerza con asepsia, cloro e hispanofilia”. Para usted, ¿qué es esta asepsia? ¿Y cómo se ejerza a través del nacionalismo?
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La asepsia es una metáfora para hablar de los procesos de desracialización y blanqueamiento sobre los que se fundó estructuralmente la organización social y el imaginario nacional de los estados nación en prácticamente toda la región, Latinoamérica y Caribe.
La asepsia es un procedimiento para evitar que gérmenes, bacterias, virus, contaminen una cosa o un lugar, ese el significado tradicional de asepsia, regularmente utilizado en la medicina, la biología, etc.
La metáfora va orientada a hablar de esos procesos violentos de desracialización, blanqueamiento e higienización que son parte constitutiva de la consolidación de los Estados nación y las gestas independentistas que querían invisibilizar, silenciar o residualizar toda referencia histórica, cultura viva, de indigenismo y afrodescendencia en la región a través de la construcción de imaginarios y discursividades como el mestizaje y la construcción de un imaginario nacional que privilegiaba exclusivamente los rasgos culturales eurocéntricos de la emergente nación.
En ese sentido, el imaginario del mestizaje, así como la función instrumental de la cultura, no eran otras que crear nuevas formas de subjetividad, nuevas formas de ciudadanía, nuevas formas de institucionalidad donde se higienizara la nación de cualquier elemento vivo de indigenismo y afrodescendencia y en consecuencia de todas las narrativas de atraso, marginación, ignorancia, violencia, improductividad, a las que estaban sujetas como categorías, en los procesos pigmentocráticos que habían dado nacimiento a la nación.
¿A qué se refiere “el teatro, la ópera del oprimido”? (otra cita de “Carnaval” que también se repite en el sitio del Proyecto Algarabía)
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Definitivamente es una metáfora hacia el “Teatro del Oprimido”. El teatro del oprimido es una vanguardia teatral creada en los años 60s por Augusto Boal, utilizada como metodología de incidencia comunitaria, formación política, análisis de coyuntura, alfabetización, construcción de intercambios dialógicos sobre problemas históricos, coyunturales, comunitarios desde dispositivos mucho más participativos, creativos, como son todas las herramientas y recursos que puede ofrecer el teatro y la narrativa desde un perfil más performativo.
Sí, tanto en Proyecto Algarabía como en el proyecto Nuestro Labia, el teatro del oprimido y el teatro fórum han sido recursos imprescindibles en nuestra esquema de trabajo, para acompañar dinámicas de sensibilización, problematización, concientización, sobre narrativas de racismo, colonialismo, poder, masculinidades, género, imaginario nacional, hasta resolución de conflictos a nivel comunitario (abastecimiento de agua, presupuesto participativo, pandillas y violencia intercomunitaria).
Unos de los fracasos más grandes de los activistas, gestores culturales, académicos, militantes, intelectuales, educadores populares es paradójicamente la incapacidad de comunicar, la incapacidad de comunicar en un lenguaje accesible. En un lenguaje que verdaderamente dignifique, empodere, represente, sane a las poblaciones provenientes de las comunidades históricamente más marginalizadas e invisibilizadas, que en nuestra geografía son la mayoría.
El paradigma pedagógico de la vieja izquierda colonial jamás reconocía la condición cognoscente de sus “agentes de cambio”. Veía a la gente como objetos pasivizados, solo como recursos, herramientas, fuerza de trabajo, del proyecto revolucionario y emancipatorio. Vanguardias como el teatro del oprimido permitieron romper con esa estructura colonial de los viejos paradigmas.
Por ejemplo, recuerdo como los jóvenes mayoritariamente afrodescendientes, empobrecidos de una comunidad en el Caribe veían con una profunda indiferencia y ajenidad las publicaciones del periódico socialista, abigarrado de referentes simbólicos del socialismo tradicional, referencias a Lenin, discusiones sobre la segunda internacional, pensadores alemanes, rusos, blancos al final. No había diálogo, no había intercambio, no había nada, solo el viejo hábito de subordinar, amontonar la realidad, al esquema riguroso de la izquierda colonial, con referentes y narrativas estrictamente eurocéntricas, sin estrategias, referencias, narrativas de incidencia comunitaria con las que la comunidad se sintiera cómoda o representada. Ahí es donde el teatro del oprimido sigue siendo un recurso de dialogo y una metodología de problematización profundamente útil y relevante.